Los egipcios adoraban a los gatos. Hacerle daño estaba
considerado como delito. Cuando un gato de la casa moría, toda la familia se
rasuraba las cejas en su honor. Otra muestra de amor felino se ve en la leyenda
que cuenta como se perdió la ciudad de Pelusio (Puerto Said) ante los persas.
Se dice que los persas sostenían gatos sobre sus escudos y así ganaron la
batalla, ya que los antiguos egipcios preferían rendirse antes que lastimar a
un gato.
También se sabe que algunos
dueños egipcios eran enterrados con sus gatos por orden
expresa de esas personas. Esto era por el amor que les tenían a los gatos, ya
que en vez de dejarlos, pasaban juntos a la otra vida. Es decir, los egipcios
preferían matar a sus gatos antes que abandonarlos a su suerte en la calle a
una vida de hambre, enfermedad, sufrimiento o soledad, y estar con ellos
eternamente.
También se cree que fue en Egipto donde el gato decidió
domesticarse, tenía un refugio y comida en los graneros, a cambio de mantener a
las plagas fuera de estos.
Los egipcios pensaban que los ojos de los gatos
reflejaban el poder y la luz del sol en la tierra durante las horas de
oscuridad, y por ello los salvaban de la noche eterna y los protegían frente a
la mala suerte. De hecho las mujeres egipcias imitaban los ojos de gato, al
pintar los suyos con marcadas líneas de kohl negro o azul. Además, al dormir en
círculo o en ovillo, se creía que los gatos simbolizaban
la eternidad y la sabiduría.
Bastet era una diosa que representaron bajo la forma de una
gata doméstica color negro, bajo forma antropomorfa (mujer con cabeza de gata
negra) lleva un tocado especial, un pendiente de oro en la oreja y un gran
collar en el pecho. En sus manos sujeta un sistro (un instrumento musical, con
forma de aro o de herradura, que contiene platillos metálicos insertados en
unas varillas, y se hace sonar agitándolo), y una égida que normalmente ésta se
parecía a un collar o gorjal adornado con una cabeza de leona.
De su brazo pende un cesto en el que a menudo guarda a sus pequeños.
Era la protectora de la familia, del hogar, de las mujeres
embarazadas y de los recién nacidos, para ahuyentar a los malos espíritus
se tocaba el sistro cerca del bebé, tal vez de ahí vengan las sonajas.
Recordemos que las gatas son animales muy fértiles y muy protectores, de ahí
viene que Bastet sea relacionada con la fertilidad, la maternidad y los bebés.
Representaba la parte positiva de los rayos solares, la armonía y la felicidad.
Su culto se remonta a los primeros tiempos de la
civilización antigua, es decir, hace 4000 años. La antigua ciudad de Bubastis
(a unos 80km de El Cairo, cerca de la moderna ciudad de Zagazig en el
delta del Nilo) se consagró a su culto. Se construyeron templos para
rendirle homenaje, y se criaron gatos que, a su muerte, se momificaron
cuidadosamente para luego ser enterrados en tumbas específicas para ellos.
Llamada Per-Bastet en antiguo egipcio o Tell Basta en árabe se encontraba el
oráculo de Bastet, el templo de esa diosa y se hacía una procesión anual
en su honor. El oráculo ganó en renombre e importancia después de la afluencia
de colonos griegos en el delta, puesto que la identificación de Bastet con
Artemisa atrajo a su templo tanto a egipcios como a extranjeros.
Bastet, la dama de Oriente, representaba la abundancia
y era la señora del placer, poseyendo todos los aspectos pacíficos de diosas
peligrosas como Sekmet o Sejmet. Era protectora de los gatos y, por lo tanto,
enemiga de las serpientes, fundamentalmente de Apofis a la que ataca con sus
garras protegiendo a su padre Atum- Ra. Originalmente simbolizaba la cálida
fertilidad del sol, en oposición a Sekmet, que es el calor abrasador. Se la
denominó “Señora del Este” y estaba relacionada con Sekmet, “Señora del Oeste”
(al oeste está el mundo de los muertos, porque es donde muere el sol, y el
este, dónde nace la vida). Nejbet y Uayjet completaban el cuarteto al ser las
señoras del Norte y el Sur, respectivamente.
La leyenda dice que Ra, el dios sol creador del mundo y de
los dioses, ya anciano, envió a uno de sus ojos a echar un vistazo por la
tierra. Lo que vio el ojo no le gustó nada al anciano dios, los humanos estaban
empezando a faltarle al respeto y a burlarse de él, así que se enfureció.
Después de haberlos creado de la nada esos seres se atrevían a desobedecerle. Y
decidió castigarlos enviándoles a su hija, la diosa Sekmet, quien bajó a la
tierra y se convirtió en una leona, ávida de sangre, que empezó a devorar
humanos por todas partes, cuánta más sangre bebía, más sangre necesitaba.
Ra y el resto de sus hijos empezaron a preocuparse, él
quería dar un escarmiento a los humanos no acabar con ellos. Así que hablo con
Sekmet, pero ella se negó a parar la matanza. Entonces tuvieron una idea, una
tarde que la leona dormía la siesta después de una gran comilona de humanos,
vertieron ante ella vino de granadas, que era un vino que emborracha con mucha
facilidad, tiene el color y la consistencia de la sangre. Cuando Sekmet se
despertó con sed y vio el charco, se lo bebió tan rápido que se emborrachó, y
con la borrachera le volvió la cordura, convirtiéndose en la hermosa y mimosa
gatita Bastet.
La diosa Bastet, desde entonces, se convirtió en la
protectora de los humanos y de sus hogares, les protegía de enfermedades,
plagas, males de ojo… pero eso sí, una vez al año exigía un festival en su
honor en el que se debía beber vino de granadas, si no, se enfadaría y volvería
a convertirse en una leona devoradora de humanos.
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