sábado, 7 de mayo de 2016

LA MALDICIÓN DE TUTANKAMON



En Egipto existe la creencia que aquellos que profanen la tumba de un faraón les caerá una maldición por la que morirán en poco tiempo. La más famosa está asociada al descubrimiento de la tumba del faraón Tutankamón. 

Se pensaba que todo se había ya descubierto en el Valle de los Reyes, pero el egiptólogo británico Howard Carter estaba convencido que faltaba la tumba de un joven faraón poco conocido. Durante seis arduas temporadas buscó la tumba en vano, lo que motivó a su patrocinador Lord Carnarvon quien ya había gastado una fortuna, a interrumpir las excavaciones, pero finalmente le dejó realizar una última campaña. Es así que el 4 de noviembre de 1922, Carter halló la tumba, tres semanas después logró entrar en la antecámara, y el 16 de febrero de 1923, el equipo pudo por fin entrar en la cámara sepulcral.

Este inmenso hallazgo arqueológico fue acompañado por una serie de fallecimientos de personas que visitaron la tumba, algunos en circunstancias extrañas. El primero fue el propio Lord Carnarvon.

En marzo de 1923 fue picado por un mosquito y poco después se cortó la picadura mientras se afeitaba, causando que la infección se extendiese por todo el cuerpo y muriera la noche del 4 de abril por neumonía. Se cuenta que a la misma hora de su muerte, su perro aulló y cayó fulminado en Londres. Mientras que esa noche en el Cairo hubo un gran apagón que dejó a oscuras la ciudad.

Además, al proceder a la autopsia de la momia se encontró que justo donde el mosquito había picado a Lord Carnarvon, Tutankamón tenía una herida, lo que disparó aún más la imaginación de los periodistas. Pero el hecho es que otras muertes de gente relacionada con la tumba siguieron:

En mayo de 1923 murió el profesor La Fleur, arqueólogo canadiense y amigo íntimo de Carter.
También en mayo de 1923 murió el magnate de los ferrocarriles en los Estados Unidos George Jay Gould, de una neumonía después de haberse resfriado en su visita a la tumba.
En julio de 1923, el príncipe egipcio Ali Fahmy Bey quien había visitado la tumba fue asesinado en un hotel de Londres, y su hermano se suicidó.
En septiembre de 1923 murió a los 43 años tras una operación dental, el coronel Audrey Herbert hermanastro de Lord Carnarvon, y que estuvo presente en la apertura de la cámara real.
En noviembre de 1923 murió Woolf Joel, un millonario sudafricano que había visitado la tumba, fue asesinado a tiros en Johannesburgo.
En enero de 1924 murió a causa de una misteriosa enfermedad Archibald Douglas-Reid, el especialista que radiografió la momia de Tutankamón.
También en 1924 murió el profesor Hugh Evelyn-White, colaborador de Carter y uno de los primeros a penetrar el cuarto mortuorio, sufriendo de depresión nerviosa, se ahorcó.
En 1926 murió la enfermera que había atendido a Lord Carnarvon.
En 1928 murió en El Cairo Arthur C. Mace, arqueólogo inglés quien dio el último golpe al muro, para entrar en la cámara real.
En 1929 murió de un infarto a los 35 años Richard Bathell, secretario personal de Carter, se encontró tendido en su cama.

A principio de la década de los 30, los periódicos atribuían hasta treinta muertes a la maldición del faraón. Aunque muchas de ellas eran exageraciones. La falta de más escándalos y muertes extrañas disipó poco a poco el interés de los periodistas durante los siguientes treinta años.

HECHOS E INVENTOS
La prensa de la época buscando vender más, le dio mucho sensacionalismo al asunto, lo que dificulta separar los hechos reales de los inventos periodísticos. Por ejemplo, se dice que cuando se descubrió la tumba, se levantó una tormenta de arena inusualmente intensa, y cuando terminó, un halcón (que era un emblema real en el antiguo Egipto) sobrevoló la tumba y se dirigió hacia el oeste, hacia el misterioso inframundo de las creencias egipcias. Lo que según algunos antiguos nativos, significaba que el espíritu del faraón muerto dejaba caer su maldición sobre quienes violaron su tumba.
También se cuenta que los encargados de trasladar el tesoro a la exposición de Londres, sufrieron diferentes desgracias, uno quedó minusválido, otro sufrió el Parkinson y los demás murieron de ataques al corazón. También se dice que muchos visitantes de la tumba han sufrido mareos y que otros muchos turistas han padecido desgracias tras la visita.
Entre las más recientes anécdotas, se cuenta que un arqueólogo detractor de las maldiciones, hizo un reportaje desde la tumba de Tutankamón y al mencionar la inexistencia de las maldiciones explotaron todos los focos de iluminación y quedaron a oscuras en la tumba. Más tarde, en el hotel en que se hospedaba, se quedó bloqueado el ascensor en el que subía a su habitación.

Algunos han especulado que un hongo mortal podría haber crecido en las tumbas mientras que estuvieron clausuradas y haber sido liberado cuando se abrieron al aire. Otros piensan que ese moho tóxico habría sido puesto deliberadamente en las tumbas para castigar a quienes las profanaran. Y si bien, está comprobado que sustancias peligrosas pueden acumularse en tumbas antiguas, las concentraciones usualmente halladas sólo suelen ser peligrosas para personas con sistemas inmunológicos debilitados.
Es por eso que otros han propuesto que los embalsamadores impregnaron las vendas de la momia con aceite de almendra para que se transformara con el tiempo en vapores de ácido cianúrico. Otros piensan que más bien dejaron prendidas velas recubiertas con arsénico. Sin embargo, los gases tóxicos comunes, resultan fáciles de detectar en concentraciones peligrosas por su fuerte olor.

Los sacerdotes del Antiguo Egipto eran el último linaje de antiguos y poderosos magos. Y si bien, ya no tenían el mismo nivel de poder que llegaron a tener sus antecesores, y su conocimiento esotérico se había enormemente deformado, todavía poseían conocimientos ocultos que les permitían por medio de rituales mágicos crear entidades artificiales sutiles, para que protegieran de los intrusos, las tumbas de los faraones.

La idea de que haya un “espíritu vengativo” que esté viajando por el mundo para castigar a todos aquellos que profanaron la tumba es un mito. Eso no existe. Entonces las desgracias que tuvieron por ejemplo los directores del museo o la enfermera que atendió a Lord Carnarvon, no son debidas a la “maldición”. La razón por la que la entidad permanece en la tumba es porque esa fue la voluntad del mago de anclarla en ese lugar (de lo contrario no sería guardián de tumba) y como la voluntad del mago es lo que le dio vida a esa entidad, la entidad no puede ir en contra de esa voluntad, entonces permanece en ese lugar.

¿Pero si existe un guardián de tumba, entonces por qué mucha gente que ha visitado la tumba no le ha pasado nada?
Es probable que al inicio, cuando se abrió la tumba, esta entidad haya atacado a todos aquellos que entraron. Pero como sucede en el mundo físico, en donde aunque un virus ataque por igual a todo un grupo, sólo un porcentaje cae enfermo e incluso unos cuantos mueren, mientras que a los otros no les pasa nada debido a que su sistema inmunológico es más resistente. Igual sucede con los ataques astrales.
Además es probable que esa entidad estuviera ya bastante debilitada, debido a que fue creada hace más de tres mil doscientos años y que el grupo de sacerdotes que la revitalizaban, hace mucho tiempo que dejó de existir (porque no se trata sólo de crear al guardián, sino también de sostenerlo energéticamente). Y es también la razón por la que ya no ataca más. Es parecido a un extinguidor de fuego. Este, si es de buena calidad, puede permanecer mucho tiempo cargado y mientras que no se use, se irá descargando muy lentamente. Pero una vez que se usa, se descarga muy rápidamente, y si no se recarga, al poco tiempo queda vacío.

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